24 ene 2018

A PROPÓSITO DEL MES CONTRA EL CÁNCER DE MAMA

Mañana es el último día del mes de octubre, mes dedicado a la lucha contra el cáncer de mama y no podía dejar de escribir este post.

Yo soy  especialmente susceptible a este tema por un asunto familiar así que le tengo respeto y pues bueno me sucedió que por casualidades de la vida me vi envuelta entre miedo e incertidumbre respecto a este tema.


Llevé a mi hija a consulta como de costumbre en la clínica familiar del servicio médico que nos dan por el trabajo del Mirrey, y a la salida de la consulta me interceptó en el pasillo una trabajadora social que me ofrecía una consulta en medicina preventiva para exploración de pecho por el día contra el cáncer de mamá así que acepté.

Llegué a la cita un par de días después y me atendió una doctora quien me explicó la manera correcta de realizar el chequeo mensual frente al espejo para ver diferencias y la manera en que hay que tocar los pechos para detectar cualquier anormalidad y hasta aquí todo iba bien. Llegó el momento en el que ella tenía que tocarme para determinar la normalidad y me pidió que me recostara en una camilla y fue ahí donde comenzaron las preocupaciones. Después de tocarme ambos pechos, apretar un poco y hacer como que medía “a ojo de buen cubero”, comenzó a hacerme preguntas sobre si tenía dolor, si había notado algo extraño en los pechos, si había notado comezón y si me realizaba el chequeo constantemente y eso empezó a ponerme nerviosa.
Después de realizar esas preguntas me miró seriamente y me dijo que ella había notado un bulto pequeño en mi seno derecho y me hizo que yo misma lo tocara con la punta de mis dedos y lo sentí, estaba ahí efectivamente pero ¿Cómo es posible que no lo hubiera sentido yo antes si me hago los chequeos mensuales y todo el rollo? La verdad es que yo considero que si conozco mi cuerpo y al sentirme los sentí bastante normales pero vamos que yo no ando por la vida tocando pechos por lo tanto no podría saber si son diferentes a otros o no, pero para mí si son normales. Siguió tocando con insistencia y volvió a revisar el otro pecho unos minutos más hasta que concluyó: Te voy a mandar con el especialista.

Aquella doctora me pidió que me vistiera y me dijo que me esperaba en la habitación siguiente para entregarme unos papeles. Me vestí rápidamente y entre mi nerviosismo recuerdo que me puse la blusa al revés.

Salí y me senté en la silla recibidora, estuve callada y esperé a que la doctora imprimiera unas hojas y me las entregara. Cuando me dio las hojas me explicó que debía mandarme a especialidades (es decir al ginecólogo especialista) ya que ese bulto que ella sintió no era normal y que tenían que estudiarlo, prosiguió diciéndome que podría ser un quiste y no diera ningún problema pero fuera cual fuera el caso tenían que atenderme sí o sí. Me programó un ultrasonido y una cita al ginecólogo.

Salí del consultorio y cerré la puerta. Con las manos temblorosas leí las hojas que me había entregado y ahí me derrumbé: pesquisa especial para cáncer de mama.

Llegué a la sala de espera a encontrarme con el Mirrey e intenté actuar lo más normal posible y explicarle a grandes rasgos lo que me había comentado la doctora.  Lo noté pálido y ensimismado camino al hospital (decidimos ir en ese mismo momento a sacar la cita y programar el estudio).

Camino al hospital comencé a pensar tantas cosas en el asiento del copiloto. Uno siempre piensa “a mí no me va a pasar”  y de pronto me encontré ahí con esa frase escrita en los papeles y camino al hospital. Todo pasó muy rápido por mi mente y sentí miedo, miedo por mi hija, miedo por mi marido, por mi madre, por mi, por el dolor que esto les causaría y aunque aún no tenía yo en mi mano el diagnóstico definitivo llevar un papel que diga “cáncer de mama” aunque no sea 100% seguro tumba hasta a la más fuerte. Llegamos al hospital y me programaron la consulta con el especialista para el día… 5 de enero de 2018 ¡Sí hasta enero! Y por lo consiguiente el estudio lo programaron para 3 días antes de la consulta.

En el trámite me encontré a una enfermera que logró tranquilizarme diciendo que lo que decía el papel no era ningún diagnóstico puesto que eso no se puede saber solo con exploración  y que los bultos en los senos eran de los más común y la mayoría eran benignos y no ocasionaban mayor problema. En fin que salí del hospital sin poder creer que la incertidumbre y el miedo al diagnóstico certero dudaría tantos meses además de pensar lo que podría pasar en ese tiempo dado el caso de que el diagnostico fuer malo. Mi marido estaba ya muy afectado para entonces así que hicimos lo que creímos mejor en ese momento: llamar al radiólogo especialista de todas nuestras confianzas (en verdad es buenísimo, durante mi embarazo él fue el único que me diagnóstico 2 hematomas retroplacentarios que NADIE más detectó, para mi es el mejor).

Al día siguiente nos encontrábamos en la sala de espera del radiólogo esperando que nos tocara el turno de entrar a la consulta. Por fin entré, él ya me estaba esperando y me realizó algunas preguntas sobre lo que me habían dicho en el hospital y me tranquilizó muchísimo (Rodrigo si estás leyendo esto ¡Muchas gracias por tu profesionalismo y tu calidad humana!) y comenzamos el estudio. Minutos después (muchos minutos después) “Pues no Ale, no tienes nada ni siquiera algo que luzca como un quiste” pero aun así vamos a explorar a fondo. Minutos después (más minutos después) “Ya checamos los 2 pechos, ya toque, exploré y como puedes ver en la pantalla todo se ve con absoluta normalidad” y ahora voy a mencionar las mamas densas y  las mamas grumosas que son absolutamente normales.

Pasé un par de días con la sensibilidad y el miedo a mil por hora, recuerdo ver a mi hija llorar en la sala de la casa y ponerme a llorar sin motivo, y ver a mi marido tratar de tranquilizarme cuando él estaba igual o más asustado por revivir la experiencia con su mamá.

Quizá me asusté antes de tiempo sin un diagnóstico pero eso me sirvió para tomar en serio la situación de los chequeos no sólo en mi si no en mi madre, mis amigas, mis primas y todas las mujeres a mi alrededor. Pude valorar lo que tengo: a mi hija a mi marido, mi familia y mi vida de madre que tanto me llena de plenitud.

En un par de días me sentí morir y me llené de vida al mismo tiempo.

Sale, bye.


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